Una vida de perros (XV). Servicios funerarios. Muchos de los que tenemos animales de compañía habremos pasado por el triste momento de la pérdida de nuestra querida mascota, pero siempre la tendremos en nuestra memoria pues se llegan a querer como a cualquier miembro de la familia.
A lo largo de todos los años que llevo en esto de la medicina veterinaria he conocido a mucha gente y, cómo no, a sus queridas mascotas. Cuando llevas un tiempo tratando a algunos de estos simpáticos animales llegan a ser también importantes para tí, pero no desde un punto de vista médico sino que entran a formar parte del círculo de tus seres queridos.
Hay mascotas que sólo viene a sus revisiones y vacunas anuales y las hay más o menos simpáticas, que parece que se alegran de verte y te lo demuestran echándote encima tuya y llenándote de babas con esas lenguas que parecen crecer nada más que para poder mojarte mejor. En otras ocasiones los visitantes son más ariscos y parece que esperan la oportunidad precisa para poder probar un trocito de tu preciada carne o para dejarte una marca impresa en la piel en forma de varias líneas paralelas simétricas y profundas cual si de un tatuaje se tratara.
Aparte de las mascotas que viene a esas revisiones también están las que nos visitan pues padecen alguna enfermedad. Es en estas ocasiones y, sobre todo, cuando son enfermedades que requieren revisiones y controles periódicos, cuando llegas a tener un contacto más fuerte y les coges más cariño.
Muchas de estas mascotas, a las que he tratado durante semanas, meses o años con visitas frecuentes y en las que sigues su evolución como si fueran tuyas, llega el momento en que se mueren en su casa o vas a tener que ayudarlas a dejar de sufrir pues ya no se puede hacer más por ellas.
Cuando te avisan de que van a venir a la clínica a «dormir» a alguno de estos queridos pacientes a los que tanto tiempo e interés les ha dedicado, se te rompe otro trocito del corazón. Y digo otro trocito pues, con el paso del tiempo, te tienes que ir fabricando una coraza para evitar acabar con un cuadro depresivo grave. Parece una tontería pero quizás no os hacéis una idea de lo que tiene que ser despedirse de un ser querido de una forma tan continuada a como lo tenemos que hacer los que a esto nos dedicamos.
Cuando dí mis primeros pasos en este maravilloso mundo de la medicina de pequeños animales y tenía que ayudar a «dormir» a algún paciente, no podía evitar sentirme fatal y tenía que luchar desesperadamente para no llorar delante de sus afligidos dueños. Con el tiempo aprendía a disimularlo mejor y ya casi no se me nota aunque, en ocasiones, me cuesta más tragarme mi dolor. En ocasiones le intentas quitar hierro al asunto cuando tratas del tema con otras personas, pero es un método para fortalecer esa coraza de la que antes hablaba.
Pensando en esto he recordado cuando tuve que «dormir» a Sally, una perrita caniche con catorce años de edad y a la que conocía desde que aún no tenía dientes. Sally llevaba un par de años tratándose de una diabetes y su estado se había deteriorado muchísimo, tanto que sus propietarios tuvieron que adoptar la decisión de sacrificarla humanitariamente para acabar con su sufrimiento.
Una mañana, estando en la consulta atendiendo un caso de vómitos en un cachorrito, mi madre, que en esos momentos me estaba echando una mano en la recepción, pasó a la consulta para advertirme de que acababan de llegar Gloria y Juan, los dueños de Sally, y que venían los dos llorando como desconsolados. Acabé con la consulta que tenía entre manos y, mientras mi madre atendía al propietario del perrito que acababa de ver y le daba las instrucciones pertinentes, yo pasé a la llorosa pareja a la sala de consulta.
Venían con Sally envuelta en una mantita rosa, pequeña y fina pues la pobre perra ya no podía ni andar y se había quedado en los huesos.
-Manuel-me dijo con voz muy floja Juan-, ya no queremos ver sufrir más a Sally y queremos que por fin pueda descansar y dejar de sufrir.
-Gloria, Juan-les contesté yo- ya sé que es difícil tomar esta decisión pero creo que es lo más acertado. Yo ya no puedo hacer más por Sally y, efectivamente, debemos intentar que no sufra más.
-No le dolerá esto ¿no?-me preguntó Gloria mientras se secaba el torrente de lágrimas que salían de sus enrojecidos ojos.
-No, Gloria. Lo que hago es ponerle un sedante para que Sally se quede relajada, como si se fuese a operar de algo. Una vez que se quede relajada le administraré un anestésico y ya se quedará dormida y acabará su sufrimiento-le expliqué mientras miraba a los dos.
Como cada persona es un mundo y cada uno reacciona ante este momento de diferentes formas, les pregunté si querían acompañar a Sally o preferían dejármela a mí para que yo me encargara de la situación, a lo que Gloría saltó como un muelle.
-Ni mucho menos-me contestó con una voz que parecía más entera y como si estuviese enfadada ante la insolencia de mi pregunta-. Nos quedaremos con ella hasta el final. Nos ha estado alegrando la vida durante estos catorce años y no queremos dejarla sola en sus últimos momentos.
Dicho esto procedí a preparar los útiles para realizar el sacrificio de Sally, que, dicho sea, era uno de esos perritos que se alegraban de verme y que, en ocasiones, me pegaba un lenguetazo en la cara aprovechando que le estaba explorando los ojos o ladraba como una descosida cuando llegaba a la clínica avisándome de su presencia.
Reclamé la ayuda de mi madre, que también conocía mucho a esta pareja dada la cantidad de visitas que habían tenido que hacer estos últimos tiempos, para que se encargara de coger la patita de una Sally, ya tranquilita por el efecto que había hecho el sedante, mientras que yo pasaba a inyectarle el anestésico que acabaría por dormirla definitivamente.
Juan no había tenido tanto valor como Gloria y esperaba en la calle fumándose un cigarro mientras que con la otra mano no dejaba de enjuagarse las lágrimas. Gloria acariciaba el tronco de Sally despidiéndose de ella con voz muy bajita y atragantada por el llanto. Mientras empezaba a inyectarle el anestésico un par de gotas cayeron sobre mi antebrazo. Levanté la mirada pues Gloria estaba al otro lado y ella no podía ser el origen de esas gotas. Miré después a mi madre y su cara era fiel reflejo de la de Gloria y, como fiel reflejo, lloraba igual de desconsolada.
Acabé de inyectar a Sally y se quedó «dormida». Nada más terminar, mi madre soltó la inerte patita de Sally y fue a abrazarse a Gloria y así estuvieron las dos un os momentos, abrazadas, llorando, compartiendo el dolor hasta que se tranquilizaron un poco y salieron en busca de Juan. Mientras tanto yo aproveché para envolver a Sally en su mantita rosa, la puse en una bolsa y salí a despedirme de Gloria y de Juan, que ya había entrado a la clínica para consolar a su mujer.
Tras despedirnos y desearles que el dolor pasase lo más rápido posible me quedé sólo con mi madre, que aún tenía los ojos rojos y el pañuelo en la mano. Me miró muy seria y me dijo:
-Vas a tener que ofertar este servicio para diferenciarte de las demás clínicas.
¿Cómo que voy a tener que ofertarlo?-le pregunté extrañado ante semejante declaración.-Todas las clínicas realizan el sacrificio de las mascotas para evitarles el sufrimiento.
-Pues eso-me contestó atisbándose una sonrisa en sus labios-, que vas a tener que ofrecerlo como algo único. ¿Conoces alguna otra clínica que en el sacrificio de una mascota incluya el servicio de plañidera?
Solté una carcajada con la que me liberé del dolor que me embargaba. Esa broma que hacía mi madre nos sirvió de coraza, esa coraza que comentaba antes que es fundamental para que el dolor por la pérdida de un paciente tan querido como lo era Sally no hiciera más mella en mi ánimo ni en el de mi madre, quien también sufre lo suyo en estas situaciones, a pesar de los años que han pasado desde la muerte de Sally y que, a la menor oportunidad, se me escabuye cuando tengo que realizar algún sacrificio.
Aprovechamos para recordaros que en la Clínica Veterinaria OLIVARES (Granada) ponemos a vuestra disposición nuestro Servicio de Urgencias 24 horas, así como el teléfono de consulta que aparece en nuestra página (tuveterinario.info), también operativo las 24 horas para que podáis solucionar todas las dudas que os surjan sobre este o cualquier otro tema relacionado con la salud y cuidados de vuestros animales.
Manuel Olivares Martín, veterinario de la Clínica Veterinaria OLIVARES (Granada) y de tuveterinario.info